viernes, 12 de marzo de 2010

A humo de pajas


Bueno, yo no sé vosotros, amigos blogueros, pero este que suscribe, se ha topado a lo largo de su vida con un número nada modesto de personas (o personajes) que fanfarroneaban diciendo, con la más amplia de las sonrisas en sus labios, que a ellos ni les gustaba leer, ni leían.

Es probable que una mitad de ellos mintiera.

Seguramente pensaban, y pensarán el resto de sus vidas, que es más guay presentarse ante los demás como una persona alegre y despreocupada, que se gusta a sí misma y no considera necesario instalar software ajeno, pues el paquete lógico de partida es ya de por sí la pirola en verso, y no requiere parcheados de ningún tipo.

En pocas palabras, gente que no se mata esforzándose en metabolizar las sesudas comeduras de tarro de otros.

Pero como ya digo, mienten. Porque como tú y como yo, más de una vez, se habrán dejado las pestañas leyendo una historia, ya sea más o menos larga, más o menos conocida, y la habrán disfrutado como enanos, con ese sentimiento al terminar de leer de decir: Que pena que se haya acabado. ¿No habrá otra por ahí del estilo?

Y aunque me dan algo de pena, sí que es cierto que todavía me la dan más los otros, el segundo grupo, los que no mienten, los que lo dicen absolutamente convencidos.

A estos alguien, alguna vez, les debió recomendar la lectura de un libro, u obligársela. Un libro que sería un tocho intragable, de letra diminuta y extensión superior a las 500 páginas (vamos, un ladrillo), y que en hallándose por la página 15 abandonarían defraudados, con una enorme sensación de derrota, y al mismo tiempo creyéndose víctimas de una tortura psicológica.

Muchos de estos pensarían que trataban de darles el cambiazo, diluyendo en realidad su alma aventurera en lo que no era sino un tedioso sucedáneo.

No sé si sus vidas serán en realidad tan fascinantes como para poder prescindir de la letra impresa, pero aún cuando ello fuera así, queridos colegas blogueros, yo sigo pensando que se pierden algo grande.

2 comentarios:

Fiebre dijo...

Yo también lo pienso. Te pierdes además una cosa que para mí es indispensable: La capacidad de imaginar, de fantasear.

El caso de mi ex novio es muy curioso. En su vida leyó un libro. En cambio tenía la colección completa del Pc City, el Computer Hoy, Soldiers, revistas de armamento, de aviones, bélicas...
Y era capaz de leerse de cabo a rabo un tocho kilométrico sobre las instrucciones de un repetidor, o una centralita de teléfonos, o de un robot en inglés (con unos conocimientos básicos del mismo).

Supongo que los telecos son ´asín´...

Merce dijo...

Yo creo que se pierden mucho, hay cosas enormes para leer y que nos enriquecen enormemente.

Besos.