viernes, 3 de abril de 2009

La otra cara (menos conocida) de la calefacción


Todo en esta vida tiene un final.
Nada dura eternamente.
Las experiencias más dolorosas, las más demoledoras, suelen generalmente venir precedidas de un periodo de felicidad, más o menos dilatado, en el que nuestra percepción de la realidad estaba anestesiada, o secuestrada por fuerzas ignotas poderosísimas, ajena al, por otra parte, devenir acre y ruín del mundo.
Después del gozar, viene el sufrir, que diría uno de tantos pesimistas en ejercicio.
Siempre. Inexorablemente.
¿Y ahora quién se lo cuenta al pobre animalillo?

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