viernes, 2 de julio de 2010

Los isleños y sus dracmas


Uno de los países que primero sufrieron el tsunami de esta crisis que no cesa, fue Islandia. ¿Quién lo iba a decir? Ellos, tan nórdicos, tan alejados de las megalópolis ecuatoriales del tercer mundo, donde la basura, las ratas y las personas comparten un proyecto común de vida.
Pero no tardaron en sumarse nuevos invitados, de la prestigiosa Unión Europea esta vez, y ahora le tocó el turno a Grecia.
Sí, Grecia, la cuna de la ciencia. La patria de los filósofos y pensadores que estuvieron entre los primeros en darse cuenta de que la cabeza está para algo más que para peinarla.
Pues bien ellos también cayeron en el terrible pozo de las deudas no satisfechas, las excusas de mal pagador, y los cobradores disfrazados de insensateces.
Duros ajustes de los presupuestos, rebajas de salarios a los reclusos del sistema capitalista (es decir, los currantes), impuestos que dieron en procrear, y subvenciones que se las comió el gato, no sirvieron de mucho para atajar el problemilla, hasta que alguien dio con la solución definitiva (el insulto final):
Vender las islas.
Si no todas, al menos algunas de las más conocidas, Creta, Mykonos, etc…
Unas islas que después de todo, como Mallorca, ya prácticamente se hallan en manos del capital extranjero, y que lo único que falta para hacer efectiva la transacción son los títulos de propiedad.
Lamentablemente, uno llega a la conclusión de que, por fuerza, quienes van a terminar pagando el pato de la debacle financiera mundial van a acabar siendo los habitantes de esas islas, los isleños.
Pero es tan sólo una verdad a medias. La realidad es que esta gente ya ha pagado con creces, y no durante las épocas de crisis, sino durante las de (entrecomillemos) “bonanza”, con lo que definiríamos como la expropiación subrepticia de sus islas.
Y como ejemplo vale un botón.
La isla de Arousa, en la ría del mismo nombre, ha sufrido como ninguna otra el drama del desarrollismo acéfalo. De hecho, no hay más que comparar un vistazo que se le eche hoy día, con una foto de hace 20 años, poco antes de que construyeran el puente que la une al continente, y resultará difícil no quedarnos sobrecogidos.
Verla de cuando los bosques apenas dejaban hueco a cuatro casitas de pescadores y sus barcas de remos, apretujadas contra la orilla, a ahora, que entre el cemento y las grúas, se requiere de mucha destreza visual para reconocer algún arbolillo ornamental… Ciertamente es necesaria una gran presencia de ánimo.

Pues eso. Que nos dejan sin islas. Por las buenas o por las malas.

3 comentarios:

Natura dijo...

Wow, ¿Será posible? ¿Eso se supone que es el progreso? Sin árboles y con la crisis encima. Qué pena.

Un saludo ;)

Luna Azul dijo...

Sin islas y sin nada, aquí todo se vende y se compra (hasta las conciencias)
Un abrazo

Juanjo Montoliu dijo...

En resumen, viene a ser un drama no tener bastantes dracmas.